Destroza las siluetas
del pecado,
nunca nadie podrá
mejorarme,
ni el sol ni la luna,
ni la muerte helada.
Desconozco el color
de tu rostro
y el veneno inyectado
que ya cedió
y las formas que ya
no son
y el sudor que ahora
es nube.
El pasto debajo de
mis zapatos,
hogar de
incalculables almas,
bestias
insignificantes ante mi supuesta grandeza
y la de todos los
hombres.
He de dejar de decir
muchas cosas
y de hacer unas cuantas,
detesto el momento de
las luces apagándose
y de las gotas de
esperanza derramada.
Si los ojos del universo se postran sobre mi inmundicia
o si el viento me trae materia,
estoy dispuesto a divulgar la
palabra de las consecuencias
y resolver los conflictos sin voces.
Nada significan mis letras,
en mi corazón se encuentran las palabras,
revueltas e intraducibles;
devolvamos un poco al universo.
cuervo
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