Hoy recuerdo ese día
debajo del llanto de
la ciudad,
en medio de la calle,
unidos en gritos de esperanza,
olvidando nuestros orígenes
y expulsando demonios.
La lluvia arreciaba
pero los corazones ardían,
en medio del diluvio
no busqué ningún refugio;
y de pronto, una
sombrilla de colores,
llevada a mí por el ángel
más hermoso.
Los días nublados son
los más bellos,
desde ese día sonrió
a las sombrillas;
poder estar tan cerca
de la felicidad,
debajo de la lluvia junto a la mujer de
cristal.
Tan frágil y feliz,
temblando bajo la
lluvia cruel,
yo solo sostenía el
paraguas cual caballero de antaño,
cubriéndola, guardián
noble enamorado,
solo nos miramos y sonreímos
sin mediar palabra.
Un momento más grande
que solo un momento,
más significativo que
un beso,
más fuerte que el
ferviente calor de mil corazones enfurecidos;
para nosotros, una grata despedida.
cuervo
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