sábado, 31 de agosto de 2013

Amor pálido

Perdido en mis propios ojos
estoy tan ciego y apagado,
no era mi intención perderme,
yo no quería dejar de creer.

Eres la falla en mi corazón,
la última gota de sangre derramada,
mi última lagrima verdadera,
mi dolor, mi oscuridad.

Canciones de la tierra,
sueños lejanos que vienen fluyendo,
círculos de madera y polvo,
lagos envenenados y dolor que me consume.

En los días que venias
caminaba hacia noviembre,
contemplando el final del camino,
hasta verme etéreo.

En los días que llegaste
la calma apaciguó mis instintos,
llegué sonriendo a mi casa,
caminé bajo la tempestad como un ser invencible.

Veredas verdes y pavimento aterrador,
lluvia incesante que corroe todo,
canciones tras una consiguiente enfermedad,
locura inminente, cambios carmesí,
púrpura falso y estúpido.

Se extinguió mi fuego,
ha sido demasiado tiempo con las lágrimas,
apagaron las mil velas que ardían por tu sonrisa,
es la inundación definitiva.

Como el humo y las cenizas,
como el tiempo,
como la felicidad,
como una canción.

No queda más...
corazón colapsado,
miradas muertas,
amor pálido. 

cuervo

jueves, 29 de agosto de 2013

El salón rojo

Ojos claros ante el amanecer,
esperando el momento de mi redención,
de mi rendición y la reapertura del gran salón,
el gran y lastimado rojo sangriento.

Mi corazón voló en mil pedazos,
no esperes nuevas sonrisas,
no esperes luz inexistente,
quedé con el carisma de una tabla mojada por la lluvia.

Tiempos de recuperación y cambios,
hay un lugar dulce en la inconsciencia,
en el cansancio y los nuevos caminos;
no todo se pierde al caer en la realidad.

Ojos claros ante la inminente escapatoria,
sueños nuevos, tragedias nuevas,
el cálido llamado de la esperanza,
para después volar en mil pedazos.

Pálida piel, belleza inigualable…
sé donde es mi lugar...
 los sueños son para los ingenuos;
para los débiles e insensatos.

Dejo mis puertas abiertas,
no hay nada que perder;
mi vació ya hecho raíces…
 ¡oh gran salón rojo!, ¡llénate de alegría de nuevo!

cuervo

Cascarón

Recuerdo lo feliz que solía ser,
entre las sombras amigas,
bajo el manto de la alegría inminente,
aun si esperaba mil horas bajo la lluvia.

Que cruel es el destino,
las burlas provienen desde mi interior ahora;
caballos errantes y caminos a la locura,
puertas que se cierran violentamente cuando quiero entrar.

El sol en todo lo alto mira con desprecio mi alma,
se enfurece por ver que poco a poco me extingo,
a él le da asco el que se rinde,
el que pretende estar bien, de pie como un zombie.

Enterrado por las preocupaciones,
el ave sin alas, un animal repugnante arrastrándose,
el que ha perdido toda su escancia,
el cascaron de lo que fue vida.

cuervo