en esta mi avasallante
morada de un ser sumergido
en cartas de oro y
pus,
que se mezclan con
una pizca de sabrosura.
Loco por un instante,
incoherente y obsceno,
reducido al espacio
que me brinda una silla,
encogido y disminuido.
El corazón yermo e insípido
de mi cuerpo
Aún conserva un poco
de su fuego orgulloso
y continúa avante,
sin importar el
terremoto que me trajo el destino.
Esas lágrimas que ya
se secaron
gracias al sol de
nuevas esperanzas,
formaron las nubes
negras en tu verano;
siénteme cuando
llueve.
Y con la música de la
una de la mañana
invoco a los espíritus
de mi oscuridad,
tengo mi alma llena
de deseos
y todo lo que respiro
eres tú.
Cuervo